La “feminidad” no es una palabra que las mujeres defiendan hoy en día con coraje. Algunas mujeres suelen razonar que la feminidad es precisamente aquello que las hace sumisas a los hombres. Este modo de razonar implica un pensamiento profundo en cuanto que oculto, y ese pensamiento es la aceptación de que la masculinidad es superior a la feminidad, que la feminidad no es un valor bello y poderoso en sí mismo, en su propio ser. Las viejas feministas solían enfrentarse a la policía con palabras tan absurdas como estas: “usted y yo vamos a hablar de hombre a hombre”.
La nueva feminidad resalta ante todo que las mujeres tienen una serie de cualidades de las que los hombres carecen, o al menos las enfatiza más, como sucede por otra parte con las cualidades específicamente masculinas en el caso de ellos. En ningún caso se debe abogar por la estúpida guerra de los sexos, pero sí se señala de ante mano que el “neofeminismo” no es ningún feminismo de la igualdad, sino que antes bien es un feminismo de la diferencia; no son hombres ni queren ser hombres, y en vista de ello resaltan las diferencias. En cierto sentido, abogan por la polaridad de los sexos. Una mujer que se quiere semejante a un hombre pudiera ser que nunca sea un hombre, y pudiera también llegar a ser una semi-mujer.
Una semi-mujer, ¿se imaginan? ¡Un asco por dios!
Algunas mujeres no se dan cuenta que lo que mas nos atrae a los hombres, y estoy seguro que a mas de uno piensa igual que yo, es que sean femeninas en todo aspecto y sentido.
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